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viernes, 19 de agosto de 2011

La niña prodigio del piano Natasha Binder

Natasha, una niña de 11 años nacida en Bruselas, está interpretando el “Concierto para piano y orquesta” de Edward Grieg junto a la Orquesta Académica del Teatro en una audición gratuita.


Existen niños prodigios que triunfan en programas de preguntas y respuestas: de grandes se convierten en el personaje de William Macy en Magnolia o en Claudio María Domínguez. También hay fenómenos como Lionel Messi, con la consecuencia de cientos de padres esperando que su pibe sea vendido al fútbol europeo, para luego vivir de él. Y en la música, en YouTube abundan los nenes que tocan el piano, pero que no tienen más valor artístico que el video del perrito que baila.

Natasha Binder no se parece a ninguno de ellos.

No sólo por el evidente y promisorio talento, sino porque su saber musical ha sido transmitido -tanto en los genes como en la educación- por su familia a lo largo de cinco generaciones. “Es la lengua: en casa se habla Bach, Mozart, Chopin”, dice Lyl Tiempo, abuela y maestra de piano de Natasha, quien estudia con ella desde los tres años, y camarógrafa de esta entrevista (“para el archivo”). En vez del For Children de Bartók y otras fijas de los conservatorios, Natasha estudia con El Libro de Lyl, un trabajo que concibe a la instrucción musical infantil como un juego. Aprender con su abuela es una ventaja: “La tengo en casa y es mucho más lindo que tener una profesora que no podés tutear.”

Luego de conocer a Natasha, con una capacidad a los once años para articular y expresar sus ideas que muchos adultos envidiarían, queda la sensación que se destacará en cualquier actividad que elija.

“Estoy en una escuela que tiene una pedagogía más bien abierta”, cuenta. “Hasta el último año de escuela primaria no dan demasiada tarea, entonces te deja más tiempo para hacer otras cosas y me puedo dedicar más al piano.”

Natasha estudia un promedio de dos horas diarias, excepto los fines de semana, cuando dispone de más tiempo. “En Bélgica (donde nació y pasa la mayor parte del año) no existe medio turno, solamente de 8 a 16. El día sólo tiene veinticuatro horas y eso me angustia mucho, porque hay muchas cosas que hacer”, confiesa, expresando una exigencia más personal que familiar.

A la vez, es una típica niña de su edad. Su interés por la música pop es el mismo que el de sus amigos, sobre todo cantantes femeninas: Shakira, Rhianna, Ke$ha. En otro plano, le agradan Los Beatles y Bobby McFerrin. “Ella me hace descubrir cantantes”, dice, también presente en la entrevista, Karin Lechner, pianista y madre, quien además ha dirigido a la orquesta en la interpretación de Natasha del Concierto N° 21 de Mozart el último marzo, en Bruselas.

Consultada sobre si le atrae el jazz, otro género con grandes posibilidades de expresión en el piano, Natasha responde afirmativamente, aunque sin precisiones: “No miro tanto los nombres de los músicos.” Karin cuenta que en casa suenan pianistas como Oscar Peterson o Bill Evans. “Gershwin me encanta”, dice Natasha, al mencionársele el autor del Concierto en Fa, que escuchó interpretar a su madre.

El jazz lleva a la cuestión de la improvisación. “Ayer te pusiste a improvisar algo muy bonito”, le dice su mamá. “Era un vals que estabas componiendo”, completa su abuela. “A veces nos ponemos a improvisar a cuatro manos.” ¿Tocan reducciones de sinfonías? “No hay tiempo, pero ya ocurrirá”, confía Lyl.

Dos años atrás, Natasha daba una larga lista de posibles profesiones para su futuro: desde actriz a neurocirujana, además de la música, claro. “De esos millones de cosas eliminé casi todas y se resume mucho más en el piano y la fotografía”, actualiza. La familia guía, pero no presiona. “Nosotros tenemos mucho cuidado en todo eso”, dice Karin. “Ella tiene una vida como cualquier niño de su edad, con el plus de ser músico
FUENTE: el tribuno

Natasha Binder en el Colón


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